Colombia

La Ciénaga, entre el mar y la tierra

enero 29, 2016

Este 31 de enero termina el Festival de Sundance, el más importante del circuito indie cinematográfico y una de las latinoamericanas favorita es la película de Manolo Cruz, La Ciénaga, entre el mar y la tierra. Nuestra tremenda periodista y colaboradora desde Colombia nos escribe desde lo más profundo del corazón de una de las últimas producciones Colombianas.

Por Karla Monge @Karlamonge

“Aquí llevo mi propia luz” es la frase que para mí redondea y conceptualiza la vida que lleva Alberto, un postrado joven de 28 años que se ha pasado la vida en una cama mirando a través de un espejo, lo poco y monótono que sucede sobre las aguas de la ciénaga donde vive en una casa- palafito junto a su madre Rosa, su incondicional compañía y apoyo, mientras sueña con conocer el mar. Esa es La Ciénaga, entre el Mar y la Tierra, una película de Manolo Cruz y dirigida por Carlos del Castillo, con las magistrales actuaciones del mismísimo Manolo Cruz (creador, guionista, productor y actor principal), Vicky Hernández, Viviana Serna, y Jorge Cao.

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En esta historia prima lo íntimo, entrañable, y personal; en resumen, es una profunda historia de vida y de amor a toda prueba, llena de lo humano y, por qué no, de lo divino. ¿Por qué digo esto? Porque Alberto Navarro (Manolo Cruz), es un joven al que a temprana edad le diagnosticaron distonía, una enfermedad muscular degenerativa que limita completamente su movilidad y lo mantiene conectado a un respirador artificial, por lo que con la suerte y el sacrificio de su madre, puede “moverse” dentro de su casa, pero a pesar de su falta de capacidades motoras, intenta dibujar todo el tiempo y mantiene el buen humor y una buena actitud, que ya quisiéramos tener todos, sobre todo cuando lo visita su amiga de infancia Giselle (Viviana Serna). Y eso sucede principalmente porque Rosa (Vicky Hernández) está conectada con él, sin ser una mujer lastimera intenta, mientras cose o pesca en la Ciénaga para mantenerse, de ayudarlo y darle todo lo que necesita, aunque no le alcance para nada o que incluso sus capacidades físicas no se lo permitan.

Toda esta relación tan humana y tan real los hace llegar a la divinidad, porque a pesar de sus escasos recursos, las pocas posibilidades de moverse al vivir sobre el agua, y el miedo constante a la falta de energía para mantener encendido el respirador- su principal enemigo, pues en la zona tiene un único dueño interpretado perfectamente por Jorge Cao- no entran en pánico, no sufren por su situación si no que la asumen, y no sienten ni dan lástima porque son reales. Si a Rosa le falta algo, apuesta por el trueque, pero su dignidad de mujer pobre, viuda y esforzada, no le permiten sentarse a llorar, aunque los espectadores lloremos al ver toda esa intimidad tan real, porque nos mueve las fibras y nos hace tener fe de nuevo en la humanidad.

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En términos audiovisuales la película se desarrolla en torno a una estética muy naturalista, en donde sus planos retratan La Ciénaga Grande de Santa Marta, costa caribe de Colombia. Una fotografía espectacular, a cargo de Robespierre Rodríguez, en donde se potencia el realismo y donde sin ser contemplativos de manera eterna se logran apreciar los paisajes, los atardeceres, la soledad, y la realidad de la noche que se admira y se agradece por ejemplo, cuando dos personas conversan en la oscuridad, la verdadera noche en la que viven y a la que están acostumbrados, sin despegarse en la estética de esos planos que nos muestran que el mar, ese lugar donde todos van y que es el sueño de Alberto, queda ahí, al lado de su casa, porque la ciénaga está primero, luego la tierra y después el mar.

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No quiero entrar en mayores detalles porque eso sería contar la película y no me gustaría, sólo me encantaría que todo el mundo la vea y lo que digo no es por hacer proselitismo, porque obviamente todas las historias en pantalla tienen sus detallitos, y a mi me encantó. Sí le puedo decir que es una ópera prima que promete, por algo ganó el Work in Progress de Ventana Sur en Buenos Aires en 2015 y ahora está en la competencia de Cine Dramático Mundial, ni más ni menos que en el Festival de Cine Sundance, así que espere su estreno en Colombia para fines de abril y luego de manera mundial… La Ciénaga, entre el mar y la tierra, una historia de amor como ninguna que nos habla de la esperanza en la vida misma, del sacrificio y del dolor, de la falta de ayuda y, sobre todo, de no quejarse por eso… ¿Y usted?, ¿lleva su propia luz?

País: Colombia.
Año: 2015.
Director: Carlos del Castillo
Elenco: Manolo Cruz, Vicky Hernández, Viviana Serna, Jorge Cao
Duración: 98 minutos
Género: Drama

 

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Autor

Karla Monge

Colaboradora de Cinemaboutique, periodista Universidad Gabriela Mistral y Máster en Guión y Desarrollo Audiovisual de la Universidad de los Andes, Chile. Radicada en Colombia, se dedicó a la docencia en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Tiene experiencia como guionista en distintas áreas de comunicación como televisión, además ejerció como productora ejecutiva y realizadora. Curadora del Festival Internacional de Cine por los DDHH Bogotá. Actualmente es story editor de proyectos para cine y literatura infantil.

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